Han venido otra vez a retarme en sus caballos de fuego, valkirias endemoniadas. Desnudas me fustigan con paños de seda, orgiásticas danzan en onírico aquelarre.
Exprimen los recovecos de la inteligencia, centrifugan el músculo del amor, la pasión prisionera escapa por las neuronas y las venas. Como una factoría eficientísima ordeñan el espíritu para preñar el blanco mausoleo de celulosa.
Después la piel queda apergaminada, arrasada, la resaca, el desierto, la esterilidad e infertilidad se agravan. Queda el eco de la batalla, el dolor tras el parto, la hondonada repleta de cadáveres. Hasta el siguiente tormento de las sirenas.
Por Ginés Pérez
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