En el Mayo florido
apareció la flor más bonita
en mi jardín.
Tan irresistible era
que quise cogerla y sentí una punzada
de mi mano brotaron pétalos colorados
que se desparramaron por la tierra mojada,
los pies se enraizaron hasta quedar plantados
y la sangre se volvió savia verde.
Y así me quedé
hasta el fin de los días con la rosita,
dejando que las criaturas del suelo
nos provocasen cosquillas,
los elementos nos acunasen
y tanto la luna como el sol participasen y se
regocijaran con el milagro de este amor.
Ginés Pérez